A los padres y docentes

El hombre, como ser racional, carga el peso de tener conciencia de la precariedad de su existencia. Eso le crea inevitablemente una sensación de inseguridad.

Las formas de despotismo que conmovieron a la humanidad y que llegaron al delirio en la Segunda Guerra Mundial , contribuyeron a aumentar esa inseguridad. Se adquirió también la conciencia de que el plazo de vida no depende sólo de la mala suerte de contraer una enfermedad grave o tener un accidente. Aumentó el número de marginados, el marginado, ya sea por cuestiones políticas, económicas, raciales o religiosas, tiende a cerrarse como forma de defensa, lo cual deja una secuela de enfermedad mental. 

Como contrapartida, hubo hombres que al tener la evidencia del grado de alimentación al que pueden llegar sus semejantes, trataron de crear mecanismos, ciertas formas de anticuerpos (cuando todavía no se habían callado las armas), que se concretaron en lo que se dio en llamar Declaración Universal de los Derechos Humanos. Principios que, de ser tenidos en cuenta por todos, harían que los seres humanos tengamos la honestidad de reconocer lo poco que sabemos de nosotros mismos y de respetar los deseos de los demás aunque difieran de los nuestros.

Desgraciadamente, distintas formas de autoritarismo se siguieron dando hasta hoy, a pesar de todo, en distintos países del planeta, haciendo que se subordine la libertad del espíritu a la doctrina del Estado, sin imaginar el daño que se inflige a la sociedad (a la que se pretende proteger, según las declaraciones justificatorias de quienes ejercen el uso de la fuerza), porque en el clima de antidemocracia el hombre está condicionado tanto para la aceptación cómoda como para la violenta reacción de protesta, pero nunca para el análisis crítico, la discusión civilizada, el diálogo, el aporte constructivo.

El autoritarismo impregna aún al que lo combate, sin que éste lo note. El encierro psíquico impide pensar por uno mismo o, lo que es peor, hace pensar en base a lo que se está sintiendo: en forma de inhibición o de violencia. Si el hombre, por todos estos motivos, se puede sentir inseguro, indefenso, cuánto más indefenso puede llegar a sentirse un niño, totalmente dependiente de los cuidados que esté dispuesto a brindarle el adulto. El niño está sujeto a formas de autoritarismo de las que no puede apartarse por sí mismo, justamente por esa obligada dependencia. Padres autoritarios, maestros autoritarios, pueden ejercer sobre el ser en formación una influencia que impida su desarrollo autónomo, obteniéndose algo parecido a un producto mecánico. Pueden darle la sensación de una absoluta derrota interior, destruyendo su autenticidad, su creatividad. Se prepara, incluso, el camino para la enfermedad mental. La educación, tanto familiar como escolar, no debe ir desarticulando al niño como si fuera un muñeco, para volverlo a armar luego a su manera, y así influir con prepotencia sobre su desarrollo. El niño debe crecer permaneciendo singular, distinto de los otros, reconocible y, a la vez, respetuoso de la singularidad ajena. Si las fallas en la educación pueden provocar daños irreparables, es ocioso puntualizar los daños que pueden producir la falta de alimentación en los primeros años, la falta de oportunidades para poder acceder a la educación, la salud, las actividades de recreación y deportivas; las discriminaciones por raza, sexo, religión, posición social. Todas estas condiciones son aún más traumáticas en el niño que en el adulto, pues por su pureza el niño siente a todos los demás chicos como sus iguales, mientras la sociedad pretende establecer diferencias artificiales. Cuando vemos en los adultos de hoy los resultados de estas carencias, comprobamos hasta qué punto debemos esforzarnos para evitarlas. Las carencias de la niñez no han producido sólo hombres–víctmas, han producido también victimarios, porque han sido formados en un clima que no favorecía el respeto hacia los distintos, que favorecía el juicio rápido y la comprensión lenta. No hay persona feliz que no irradie amor, comprensión, solidaridad. No hay persona infeliz que pueda ser verdaderamente equilibrada, y el desequilibrio no lo vemos sólo en el marginado sino también en el prepotente. La falta de felicidad no sólo está asociada a la falta de alimento, de ropa, de educación. También tiene su origen en la falta de afecto y en las diferencias educativas. ¿Por qué, por ejemplo, siendo la felicidad tan importante para el ser humano, casi nunca la escuela toca este tema? Porque uno de los prejuicios profundamente internalizados es que el deber y el placer van por distintos caminos. Pensando en la mayor felicidad de la niñez y teniendo como base los postulados de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, nació en el año 1959 la Declaración de los Derechos del Niño. Sus diez principios están presentados en este libro. A continuación del prólogo los ofrecemos en forma literal, y a continuación de nuestra carta a los niños, están elaborados en lenguaje adecuado a la comprensión infantil. Van acompañados además por secuencias gráficas, analizadas muchas de ellas por un niño testigo. Cada principio está acompañado por una actividad sugerida. Cuando debimos elaborarlas nos preguntamos ante todo, qué queríamos lograr con ellas. Sin ninguna duda, deseábamos fervientemente la comprensión de cada principio y su lectura crítica, reflexiva, porque anhelamos un futuro de paz y hermandad para los chicos de hoy. La necesidad de un desarrollo del espíritu crítico ante un mensaje, se hace evidente cuando analizamos pensamientos que creemos nuestros, pero que se originan en la publicidad, la prensa, la televisión, la radio, fuentes de información que condicionan nuestro pensamiento y nuestra forma de actuar. La libertad del espíritu está continuamente limitada, porque muchas veces estamos en condiciones de optimizar todo ese material y ver su verdadera intencionalidad. Entonces, lo que llamamos conciencia puede ser resultado de muchas voces distintas, que nos trasmiten mensajes contrastantes que son los que urden realmente la trama. Teniendo en cuenta estas inquietudes, surgió la idea de que, en el espacio que nos brinda esta obra, las actividades sirvieran para introducir al niño en el periodismo, a través de la lectura comprensiva de cada Principio, reflexionando y elaborando luego su trabajo desde la óptica de esa actividad. De esta manera pensamos que se ejercitará para aprehender la realidad circundante con los elementos propios de su edad.

A medida que vaya leyendo, elaborará títulos, subtítulos y textos. Creará una sección de entretenimientos, un aviso publicitario, diseñará una portada. Si el niño reúne estos trabajos en forma secuenciada en una carpeta, anotando también las consignas y las explicaciones técnicas, irá formando un pequeño suplemento de iniciación periodística. Señores padres, señores maestros: deseamos que este trabajo, patrocinado por el Club Amigos de la UNESCO de la Ciudad de Buenos Aires , pueda ser nuestra pequeña contribución para que la niñez sea un tránsito más feliz hacia la mayoría de edad, y para que el mundo del futuro encuentre al hombre respetuoso de los demás hombres. Para que realmente así sea, debemos tener presente que, generalmente, quienes leen este tipo de libros ya están consustanciados con sus ideas básicas, por lo tanto pensamos que la tarea importantísima que les cabe desarrollar, es ser incasables difusores de estos Principios entre quienes lo desconocen ya sea por desinterés o por no tener acceso a este tipo de material.

Lamentablemente no hay mecanismos legales para obligar a los individuos y a los gobiernos a que cumplan, por lo tanto es un problema de ética. Requiere el trabajo sin pausa de todos los seres de buena voluntad que con su prédica y sus acciones estén dispuestos a que estos Principios no sean una mera enunciación de buenos deseos

PRINCIPIO 1

El niño disfrutará de todos los derechos enunciados en esta Declaración. Estos derechos serán reconocidos a todos los niños sin excepción alguna ni distinción o discriminación por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento u otra condición, ya sea del propio niño o de su familia.

PRINCIPIO 2

El niño gozará de protección especial y dispondrá de oportunidades y servicios, dispensado todo ello por la ley y por otros medios, para que pueda desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente en forma saludable y normal, así como en condiciones de libertad y dignidad. Al promulgar leyes con este fin, la consideración fundamental a que se atenderá será el interés superior del niño.

PRINCIPIO 3

El niño tiene derecho desde su nacimiento a un nombre y una nacionalidad .

PRINCIPIO 4

El niño debe gozar de los beneficios de la seguridad social. Tendrá derecho a crecer y desarrollarse en buena salud; con este fin deberán proporcionarse, tanto a el como a su madre, ciudadanos especiales, incluso atención prenatal y postnatal. El niño tendrá derecho a disfrutar de alimentación, vivienda, recreo y servicios médicos adecuados.

PRINCIPIO 5

El niño física o mentalmente impedido o que sufra algún impedimento social debe recibir el tratamiento, la educación y el cuidado especiales que requiera su caso particular.

PRINCIPIO 6

El niño, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, necesita amor y comprensión. Siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de sus padres y, en todo caso, en un ambiente de afecto y seguridad moral y material; salvo circunstancias excepcionales, no deberá separarse al niño de corta edad de su madre. La sociedad y las autoridades públicas tendrán la obligación de cuidar especialmente a los niños sin familia o que carezcan de medios adecuados de subsistencia. Para el mantenimiento de los hijos de las familias numerosas conviene conceder subsidios estatales o de otra índole.

PRINCIPIO 7

El niño tiene derecho a recibir educación, que será gratuita y obligatoria por lo menos en etapas elementales. Se le dará una educación que favorezca su cultura general y le permita, en condiciones de igualdad de oportunidades, desarrollar sus aptitudes y su juicio individual, su sentido de responsabilidad moral y social, y llegar a ser un miembro útil de la sociedad. El interés superior del niño debe ser el principio rector de quienes tienen la responsabilidad de su educación y orientación; dicha responsabilidad incumbe, en primer término, a sus padres. El niño debe disfrutar plenamente de juegos y recreaciones, los cuales deberán estar orientados hacia los fines perseguidos por la educación; la sociedad y las autoridades públicas es esforzarán por promover el goce de este derecho.

PRINCIPIO 8

El niño debe, en todas circunstancias, figurar entre los primeros que reciban protección y socorro.

PRINCIPIO 9

El niño debe ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación. No será objeto de ningún tipo de trata. 
No deberá permitirse al niño trabajar antes de una edad mínima adecuada; en ningún caso se lo dedicará ni se le permitirá que se dedique a ocupación o empleo alguno que pueda perjudicar su salud o su educación, o impedir su desarrollo físico, mental o moral.

PRINCIPIO 10

El niño debe ser protegido contra las prácticas que puedan fomentarla la discriminación racial, religiosa o de cualquier otra índole. Debe ser educado en un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos, paz y fraternidad universal, y con plena conciencia de que debe consagrar sus energías y aptitudes al servicio de sus semejantes.