Honor y gloria a los Mártires de Chicago.


El 1° de mayo de 1886, cientos de miles trabajadores iniciaron una huelga en reclamo por la jornada laboral de 8 horas. Bajo el lema “Ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”, los obreros se manifestaron principalmente en Chicago, donde las condiciones laborales eran peores que en otras ciudades de los Estados Unidos.
 
Las movilizaciones se extendieron por la violenta represión policial que causó numerosas muertes y cientos de heridos, hasta que el 4 de mayo, día en que el estallido de una bomba se cobró la vida de un policía, se desató una feroz cacería que causó más muertes y heridos entre los trabajadores.
 
Ocho de los obreros detenidos fueron acusados del atentado y, tras un juicio que representó una farsa, cinco de los inocentes imputados fueron condenados a muerte, dos a cadena perpetua y el restante a 15 años de prisión y trabajos forzados. Las ejecuciones se llevaron a cabo en 1887.
 
A partir de estos sucesos, el movimiento obrero organizado, en muchos países, declaró al 1º de mayo como el “Día internacional de los trabajadores”. En Argentina, el primer acto conmemorativo se realizó en 1890. Sin embargo, durante décadas, los actos y manifestaciones por el 1º de mayo fueron reprimidos con extrema violencia.
 
En nuestro país, la jornada laboral de 8 horas no fue reconocida sino hasta 1929, durante el gobierno del presidente Hipólito Yrigoyen, cuando fue sancionada la Ley 11.544. No obstante, el logro legal, tras el golpe de Estado que derrocó al presidente constitucional, la norma no fue aplicada. Esta y todas las leyes laborales existentes cobraron vigencia y real aplicación a partir del momento en que Juan Domingo Perón asumió la jefatura del Departamento Nacional de Trabajo en 1943. Y se consolidaron y ampliaron a partir de 1946, cuando el pueblo lo eligió como presidente de la Nación.