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Índice del artículo

1943/1955 - Plan de Desarrollo por Sustitución de Importaciones

A. Transformaciones sociales, políticas y económicas

El ciclo abierto en 1943 posibilitaría que el movimiento sindical, permanentemente dividido, más tolerado que reconocido y aún reprimido por muchos gobiernos, comenzará a transitar una nueva etapa que lo transformaría profundamente.

Por vez primera, la organización de los trabajadores fue estimulada e incluso promovida desde el poder, superando las barreras que le habían impedido unificarse. La clase trabajadora constituyó el eje principal de sustentación de un nuevo y vasto movimiento político que buscaba transformar, también, las condiciones sociales, políticas  y económicas del país.

El 4 de Junio de 1943, una revelación militar resolvía desconocer las autoridades civiles, presididas por el Dr. Ramón Castillo, haciéndose cargo del gobierno.

Entre los actores de este levantamiento se encontraban cuadros militares que se manifestaban deseosos de bloquear la candidatura presidencial del hacendado Robustiano Patrón Costas, que había sido avalada por el régimen depuesto. 
Patrón Costas representaba el continuismo conservador y no ocultaba, con respecto a la confrontación mundial, que se desarrollaba en esos momentos, su simpatía por la causa aliada, en contraposición con la, hasta entonces, dudosa neutralidad llevada a cabo por Castillo. El sector de militares que se negaba a esta candidatura, agrupados en el Grupo de Oficiales Unidos (G.O.U.), estaba, indudablemente, deslumbrado por la rápida campaña de los ejércitos alemanes que, entonces, estaban cerca de lo que parecía ser la victoria final. Otros partícipes del levantamiento eran cuadros militares que se encontraban hastiados del fraude electoral sistemático y estaban, también, los partidarios del "nacionalismo de derecha", mortificados por el desplazamiento sufrido en la revolución de 1930, cuando fueron desplazados por el grupo encabezado por el general Justo. Todos estos sectores coadyuvaron, pues, en producir la revolución de junio.

En un primer momento, el general Arturo Rawson fue consagrado Presidente Provisional pero, debido a problemas internos, se vio obligado a renunciar, dejando el cargo en manos del general Pedro Ramírez. La política internacional de éste estuvo gobernada por el principio de neutralidad que representaba, a esa altura, una concomitancia con las potencias del Eje Berlín-Roma-Tokio. En febrero de 1944, Ramírez fue obligado a renunciar luego de que el gobierno argentino, incapaz ya de sostener la presión externa, rompiera, un mes antes de la finalización de la guerra, sus relaciones diplomáticas con Alemania. La renuncia de Ramírez dejó la revolución en manos del general Edelmiro Farrell y, tras de él, el grupo allegado al G.O.U. encabezado por los coroneles Juan D. Perón y Domingo Mercante.

Perón, que ocupaba la Secretaría del Ministerio de Guerra desde junio de 1943, siguió escalando posiciones hasta ser nombrado vicepresidente en julio de 1944. De esta manera, se convirtió en el hombre fuerte del régimen militar, ya que, además de esos dos cargos, retuvo también la cartera de Trabajo y Previsión, a la que había sido promovido en noviembre de 1943. Fue, justamente, desde este cargo, donde Perón desarrolló una activa política destinada al ámbito gremial, iniciándose un período que cambiaría las formas organizativas del movimiento obrero y la relación de éste con el Estado. Desde la Secretaría del Trabajo se impulsó, asimismo, la creación de sindicatos nuevos y se amplió la legislación laboral, haciéndose cumplir la que, hasta ese momento, existía sólo en los papeles. El 1° de mayo de 1945, Perón reseñaba la tarea realizada por la Secretaría de Trabajo y Previsión en el último año: 29 decretos; 319 convenios y 174 gestiones conciliatorias que habían beneficiado a más de 2.580.000 trabajadores (1).

Al mismo tiempo que se iba definiendo el apoyo de los trabajadores al gobierno, también iba creciendo la resistencia de los sectores patronales a su política social. En junio de 1945, 321 entidades empresarias de todo el país, representativas de la industria y del comercio, elevaban un memorando al Presidente y publicaban un Manifiesto del sector. Señalaban la alarma producida por el proyecto salarial mínimo, vital y móvil, aumento de salarios y participación en las ganancias; preocupadas también por "la intranquilidad creciente de un ambiente de agitación social, que venía a malograr la disciplina y pujante eficiencia del esfuerzo productor y cuya gravedad hallaba origen en el constante impulso que se deparaba desde dependencias oficiales". 
Este documento significaba una virtual declaración de guerra contra el gobierno y, en particular, contra Perón y la Secretaría de Trabajo y Previsión. A esta ofensiva, se sumarían vastos sectores de la clase media, principalmente estudiantes y profesionales; las organizaciones sindicales aún controladas por socialistas y comunistas, partidos políticos; casi toda la prensa; sectores del Poder Judicial y de las Fuerzas Armadas y, finalmente, desempeñando un activo papel en la coordinación de todos estos elementos, el recién llegado embajador norteamericano Spruille Braden.

Para la oposición, Braden era un aliado que recalaba en la Argentina para dirigir la operación definitiva contra el "totalitarismo" y el "nazismo vernáculo". Pero, detrás de sus invocaciones a la "democracia", el representante norteamericano no ocultaba su propósito de tutelar determinados intereses, buscando imponer un gobierno dócil a los negocios planeados por Estados Unidos para la posguerra, tales como la posibilidad de que las líneas aéreas norteamericanas pudieran explotar comercialmente el mercado interno argentino. Evidentemente, Estados Unidos, que emergía de la Segunda Guerra Mundial como potencia hegemónica dentro del bloque occidental, disputaba, a la ya declinante Inglaterra, la influencia que, hasta entonces, ésta había mantenido en el Cono Sur. 
En septiembre de 1945, la oposición organizaba la ‘Marcha de la Constitución y la Libertad", reclamando el fin del gobierno militar y su manejo provisional por la Corte Suprema. La acometida de la oposición ganó cuerpo en un sector de los cuadros militares que, por otra parte, estaban descontentos con el grado de poder alcanzado por Perón. El 8 de octubre, el general Eduardo Avalos, jefe de la guarnición militar Campo de Mayo, notificaba a Perón que había renunciado a sus cargos ya que no contaba con el apoyo de las fuerzas armadas. La rebelión militar triunfante decidió la detención de Perón y su internación en la Isla Martín García , mientras una junta de militares se apersonaba a Farrell para la formación de un nuevo gabinete.

La falta de una conexión directa entre la oposición y los militares contribuyó al reagrupamiento de las fuerzas favorables a Perón, ya que la oposición desconfiaba de los militares y no perdía oportunidad de repudiar su gestión. Ello favoreció el grupo partidario de Perón, que tenía su representante principal en el propio presidente Farrell, quien maniobró hasta último momento para conservar la hegemonía en el gobierno.

Por su parte, los cuadros sindicales adictos a Perón y la propia masa de trabajadores, se movilizaron agrupándose, el 17 de Octubre de 1945, en la Plaza de Mayo, luego de converger desde los suburbios capitalinos y de las zonas aledañas a la provincia de Buenos Aires. Allí, por medio de una huelga general que se extendía por todas partes, reclamaban la presencia de Perón. 
Lograda ese mismo día la liberación de Perón, el discurso de éste pronunciado por la noche desde los balcones de la Casa Rosada , preanunciaba su plan electoral, que contemplaba la renuncia a los cargos en el gobierno para aspirar a la candidatura presidencial. La convocatoria a elecciones cerraba la última etapa de la revolución de junio.

El 17 de Octubre señalaba, a su vez, el hecho que, por vez primera en nuestra historia, una movilización de la clase obrera determinaba un cambio sustancial en la situación política nacional. Este acontecimiento significaba, también, la iniciación de una nueva etapa en el movimiento obrero, cuyo peso político sería, desde entonces, imposible de ignorar (2).

Las elecciones convocadas para el 24 de febrero de 1946 enfrentaron, por su lado, a la Unión Democrática , que aglutinaba a los partidos: Radical, Comunista, Socialista y Demócrata Progresista, contando con el respaldo de los conservadores. 
Llevaba la fórmula Tamborini-Mosca , integrantes del radicalismo, línea "alvearista", rebautizada, en ese momento, con el nombre "unionista". Por el otro lado, los nombres de Perón-Quijano, respondían a la coalición formada por la Unión Cívica Radical - Junta Renovadora-, integrada por radicales disidentes, el Partido Patriótico, constituidos por antiguos conservadores y nacionalistas y el Partido Laborista, formado por sindicalistas que apoyaban a Perón.

Mientras tanto, Estados Unidos otorgaba su respaldo a la Unión Democrática , a través de una nueva intervención del señor Braden, desde su reciente cargo de Secretario Adjunto de Estado de aquel país. El mismo día en que se proclamaba la candidatura de Perón, el Departamento de Estado daba a publicidad un documento, conocido con el nombre de "Libro Azul", destinado a la consulta de las naciones americanas, en el que se denunciaba, una vez más, las vinculaciones de los gobernantes argentinos con la Alemania nazi. Esta inadmisible intromisión en la política interna, llevaría a los partidarios de Perón a condensar la disyuntiva electoral en la fórmula "Braden o Perón".

Las elecciones dieron la victoria a la fórmula Perón-Quijano , obteniendo mayoría absoluta en las Cámaras Legislativas y gobiernos provinciales. El 4 de junio de 1946 se inauguraba la primera presidencia de Perón, reelegido a fines de 1951 para un nuevo período, que no llegó a completar.

La política del gobierno peronista tuvo relevante importancia en el campo social y económico. Las medidas introducidas en la legislación y en la práctica laboral, llevaron a la dignificación del trabajo y del trabajador en una forma que, hasta entonces, había sido negada.

Durante este gobierno, los trabajadores y el movimiento obrero organizado, fueron parte integrante y activa del desarrollo nacional. Dirigentes y militantes sindicales se incorporaron a la estructura institucional del país, ocupando funciones públicas. Dos ministros de la Nación surgieron de filas obreras: Ángel G. Borlenghi, Secretario General de la Confederación de Empleados de Comercio, quien ocupó la cartera del Interior y José M. Freire, del Sindicato de Obreros de la Industria del Vidrio, que se hizo cargo del Ministerio de Trabajo y Previsión. Organismos públicos y comisiones de estudio incorporaron directores y representantes sindicales (3). 
Trabajando estrechamente ligada a la Confederación General del Trabajo, a sus Federaciones y Sindicatos, aparecía la figura de María Eva Duarte de Perón 
–Evita-. Su acción fue decisiva en pro de la concesión de los derechos cívicos femeninos, otorgados en 1947. A través de la "Fundación Eva Perón" se construyeron hospitales, hogares escuelas que brindaban educación, asistencia médica y alojamiento a hijos de trabajadores, hogares de tránsito para albergar, temporalmente, a madres y niños sin alojamiento, hasta tanto se resolvieran sus problemas. La Fundación trascendió también las fronteras nacionales, cubriendo necesidades de países de América y Europa, afectados por catástrofes.

En el campo económico, bajo el impulso de la Segunda Guerra Mundial , la política sustitutiva de importaciones, adquirió otro nuevo empuje. En 1944, por primera vez en la historia de la economía argentina, la industria manufacturera participó en la formación del Producto Bruto Interno (PBI), con un porcentaje superior (22,8%) al que correspondía a la agricultura y ganadería juntas (20,1%) (4).

La industrialización se aceleró y se convirtió en un proceso impulsado, deliberadamente, desde el aparato estatal, acompañado por el continuo crecimiento de los saldos migratorios internos. Si habíamos señalado, para el período 1936/1943, 72.000 inmigrantes anuales, esta cifra subió a 117.000 en los años 1943/1947 (5).

Estos trabajadores venidos del interior del país, conformarían la base de sustentación de la política peronista y les cabría un papel protagónico en los sucesos del 17 de Octubre.

En este período creció, asimismo, el número de establecimientos industriales y el personal en ellos ocupado.

Crecimiento Industrial 1943/1954

Año

Numero de Establecimientos

Propietarios o Directores

Personal Ocupado

Empleados

Obreros

1943

61.172

72.002

87.778

756.282

1946

86.440

115.923

135.484

838.387

1948

81.937

114.969

136.630

917.265

1950

83.370

121.217

143.523

923.824

1954

151.828

224.954

166.980

1.055.496

FUENTE: Censos Industriales en ROTANDARO, Rubén. "Realidad y Cambio en el Sindicalismo", Editorial Pleamar, Buenos Aires, 1971.

Este desarrollo económico que se formaba en la transferencia de ingresos de los sectores agrarios hacia las actividades industriales, se asentaría en la concepción de un Estado sólido, regulador y promotor de este desarrollo, en el impulso y crecimiento del mercado interno, en una organización de trabajadores fuerte y unificada y en el desarrollo de una burguesía industrial, de carácter nacional, ligada a la expansión del mercado interno, de lo que dio cuenta la constitución, entre los años 1952/1953, de la Confederación General Económica (C.G.E.), expresión de los sectores de la pequeña y mediana empresa y del empresariado de tales características del interior de país.

Esta expansión industrial destinada, fundamentalmente, al desarrollo de una industria liviana, era aún dependiente del exterior para la obtención de materias primas y equipos. A partir de 1949, la caída de los precios internacionales para los productores agrícolas, que financiaban el crecimiento industrial, y las sequías de 1951/1952, hicieron entrar en crisis el modelo, ya que las exportaciones agropecuarias no alcanzaban para pagar las importaciones de energía y de insumos industriales indispensables para mantener en funcionamiento el aparato industrial.

En este marco, se buscó atraer al capital extranjero, a través de la ley 14.222 de 1953, que posibilitaba la incorporación de capitales foráneos para la instalación de plantas fabriles en la industria y en la minería. Esta ley permitía la transferencia de utilidades hasta el 8% del capital libre de impuestos y, recién después del décimo año de efectuada la radicación, se podría repatriar el capital en cuotas anuales. Durante este período se radicó IKA (Industria Kaiser Argentina); industria automotriz que representaba, por si sola, casi el 70% del total de las radicaciones (6). 

La crisis se evidenció también en un alza del costo de la vida y en una reducción del salario real. Sin embargo, hacia 1955, se notaba una recuperación económica con relación a la depresión de 1952, que llevó a una recuperación del salario. 

Por otra parte, se debe señalar que el salario real se encontraba en 1949 en un 34% sobre el nivel de 1943 (6), lo que da cuenta del mejoramiento en el nivel de vida de los trabajadores. 

Salarios Reales de los Trabajadores Industriales

B. Movimiento Sindical y Política Laboral 

El movimiento sindical que, tal como hemos hecho referencia, se encontraba atomizado cuando se produjo el golpe militar de 1943, enmarcará su accionar durante el período en este contexto de singulares características, inéditas hasta ese momento. 
La primera actitud del gobierno hacia los gremios fue de naturaleza respectiva, clausurándose, en julio de 1943, el local donde funcionaba la C.G.T. Nº 2, declarando prácticamente disuelta a dicha central. En agosto del mismo año, intervenía a las dos entidades sindicales que representaban el caudal más importante de afiliados a la C.G.T. Nº 1: La Unión Ferroviaria y La Fraternidad. 

Dentro del régimen militar, una línea más flexible e inteligente en la forma de abordar la problemática obrera, comenzaría a manifestarse. El ascenso del coronel Perón al Departamento Nacional de Trabajo, hasta ese entonces un organismo inoperante, privado constantemente de facultades y medios de acción pasa a convertirse, en noviembre de 1943, en Secretaría de Trabajo y Previsión, convirtiéndose en el instrumento que transformaría la relación Estado -Movimiento Sindical. 

La Secretaría de Trabajo y Previsión tenía a su cargo la tarea de fiscalizar el cumplimiento de la legislación laboral y centralizar toda la actividad social del Estado. Desde allí, Perón desplegó una incesante tarea, resolviéndose, por intermedio del organismo, numerosos conflictos gremiales, obteniéndose mejoras salariales para los trabajadores, haciéndose efectivas, en la jornada de trabajo, las 48 hs. semanales, establecidas por ley, pero, cuyo cumplimiento había sido muy irregular. Se trabajó, también, en la reglamentación del aprendizaje y trabajo de menores; se crearon Tribunales de Trabajo, a fin de ofrecer un vehículo de acción más rápida a las causas judiciales por motivos laborales; se extendió la jubilación a los empleados de comercio y trabajadores industriales; se devolvieron retenciones al personal de los ferrocarriles del Estado; se creó la División del Trabajo y Asistencia a la Mujer, en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Capítulo especial lo constituyó el Decreto - Ley Nº 28.194, del año 1944, que estableció el "Estatuto del Peón de Campo", introduciendo la legislación laboral en el interior de las, hasta entonces, intocables estancias, estableciendo un sistema de salarios mínimos, descanso dominical, vacaciones pagas, estabilidad, condiciones de abrigo, espacio e higiene en el alojamiento del trabajador. 

Estas medidas, en beneficio de la clase trabajadora, junto con las otras sobre las que luego nos extenderemos, ampliaron, no sólo la legislación de trabajo, sino que convirtieron a ésta en una realidad concreta de cabal cumplimiento. 
La política llevada a cabo por la Secretaría de Trabajo y Previsión, redefinía, así, su propia identidad como institución transformada en "un organismo mediante el cual el Estado va en defensa de los derechos de las masa sufridas y laboristas".

(7) Testimonios de dirigentes sindicales de la época, confirmaban plenamente esta transformación: "En nuestro trabajo sindical, decía un metalúrgico, advertimos, a partir de 1944, cosas increíbles: que se hacían cumplir las leyes laborales incumplidas en otra época; que no había necesidad de recurrir a la justicia para el otorgamiento de vacaciones; otras disposiciones laborales tales como el reconocimiento de los delegados de fábrica, garantía de que no serán despedidos, etc., tenían una vigencia inmediata y rigurosa (...) Los patrones estaban tan desconcertados como asombrados y alegres los trabajadores. La Secretaría de Trabajo y Previsión se había convertido en un factor de organización, desenvolvimiento y apoyo para la clase trabajadora. No funcionaba como una regulación estatal por encima de las clases en el orden sindical, actuaba como un aliado estatal de la clase trabajadora " (8). 

La política desplegada por la Secretaría de Trabajo y Previsión se concentró en dos frentes: Sobre los dirigentes y sobre la masa trabajadora. La captación de dirigentes sindicales de antecedentes socialistas y sindicalistas pudo lograrse por medio del cambio de status que experimentaron. Cansados de golpear las puertas de las antesalas oficiales durante el período conservador, se vieron, de pronto, ante un gobierno que atendía sus reclamos y que tenía una política programática que les permitía un alto grado de flexibilidad. El dirigente gremial pasó, de ser un individuo indeseable a participar en las decisiones, o, al menos, a estar presente en el momento en que se adoptaran. No puede desconocerse, si se quiere entender el vuelo que experimentó el sindicalismo argentino, este factor importante, ya que puede explicar el cambio de posición que muchos dirigentes sindicales adoptaron. En lo que respecta a los trabajadores, las sucesivas medidas que se fueron tomando, significaron abrir los ojos a una nueva realidad que les dio la sensación de convertirse de simples convidados de piedra en actores principales del proceso de renovación. Su lealtad política, salvo con Yrigoyen, nunca había sido muy firme y los socialistas no habían podido convencerlos lo suficiente como para darles las posibilidades de formar un partido obrero. Cuando el gobierno comenzó a hablarles en un lenguaje que comprendían, lejos de las complicaciones internacionales, cerca de los valores tradicionales, a los cuales permanecían afectos, su lealtad se inclinó hacia los protagonistas de esa política y, particularmente, a la persona del titular de la Secretaría de Trabajo y Previsión (9). 

La nueva dirigencia sindical no conformaba, pues, una corriente de hombres sin antecedentes, que negaran o repudiaran todo lo hecho hasta ese momento dentro del movimiento obrero. Estos dirigentes que habían militado, fundamentalmente, en las filas del socialismo y del sindicalismo puro, conservaban de sus anteriores concepciones y de la evolución que incluso éstas habían sufrido en los avatares de la lucha sindical, el planteo reformista que los llevaba a apegarse a concepciones pragmáticas. Este pragmatismo que no cuestionaba frontalmente, a la manera anarquista, las bases de sustentación del sistema capitalista, buscaba el respeto por los intereses de la clase obrera y los acercaba, naturalmente, a las propuestas y medidas emanadas de la Secretaría de Trabajo y Previsión.

Estos dirigentes fueron redefiniendo, con apoyo estatal, la organización gremial y el nuevo papel que ésta jugaría. La intervención en los gremios ferroviarios había decidido mantener relaciones con la C.G.T., que se había reorganizado en la sede de la Unión Tranviarios Automotor , nombrando representantes ferroviarios para participar en la constitución de una Comisión de Unidad Sindical integrada por representantes de los dos sectores de la C.G.T., la Unión Sindical Argentina y los sindicatos autónomos. El objetivo primordial era reanudar los contactos y fortalecer a la central obrera como única organización a fin de evitar la atomización de los intereses obreros. 

La comisión llevó a cabo una tarea de organización sindical por distintos lugares del interior, que fortaleció el frente sindical. Del naciente movimiento sólo quedaban excluidos los comunistas, más disciplinados que otros grupos y convencidos del carácter "fascista" del régimen, rechazaban en forma terminante todo intento de acercamiento. En algunos casos de sindicatos controlados por ellos, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, se apoyó e impulsó la creación de sindicatos paralelos con conducciones contrarias y excluyentes a la comunista: la creación, en 1943, de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y de la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (UOCRA), fueron ejemplo de ello. Asimismo, se organizaron nuevos sindicatos en gremios donde, hasta entonces no existían y, a fines de 1944, más de 40 organizaciones habían ingresado en la C.G.T., entre las que se destacaban, además de las dos anteriormente señaladas: la Sociedad Obrera de la Industria Vitivinícola de Buenos Aires y la de San Juan , el Sindicato de Obreros Fideeros de la Capital Federal , el Sindicato Obrero del Papel, de Obreros Peleteros, de la Industria del Vidrio y la Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera. 

Reorganiza da la C.G.T., en septiembre de 1945, con Silverio Portieri como Secretario General, crecerá incesantemente en número de afiliados, pasando de 80.000 en 1943 a 500.000 en 1945 y 1.500.000 en 1947, diez años después agruparía a 6.000.000 de trabajadores (10). 

A este desarrollo contribuyó la Ley de Asociaciones Profesionales de 1945, que fue el instrumento para realizar la integración sindical. Dicha ley conoció a los sindicatos como asociaciones de derecho público y estableció el control del Estado sobre los ingresos y gastos de la organización, pudiendo el Ministerio de Trabajo adjudicar o retirar personerías gremiales que, por otra parte, eran otorgadas al sindicato mayoritario por la rama de actividad. Se reconocía también al sindicalismo el derecho a participar en política, con lo cual el Estado asumía, por vez primera, el contenido político de las luchas gremiales y afirmaba la voluntad de estructurar un movimiento sindical unido. 
Frente a los acontecimientos de Octubre de 1945, que culminarían el día 17 con la impresionante movilización de trabajadores que exigía el retorno de Perón, la conducción de la C.G.T. mostró vacilaciones y contradicciones, producto de tendencias encontradas. 

De un lado, estaba la vieja y tenaz tradición de presidencia política así como las arraigadas técnicas de supervivencia que llevaban a no arriesgarse en defensa de una causa que se suponía perdida. Del otro lado, sin embargo, estaba la convicción de que la causa de Perón significaba el triunfo de los sectores capitalistas y pese a todas las promesas que se hicieran, un giro radical en la política social del gobierno y en el papel de las organizaciones sindicales. A diferencia de todas las contiendas políticas anteriores, en ésta se jugaba, en gran medida, la suerte del movimiento obrero que, por primera vez, tenía algo que perder.

Finalmente, había un elemento decisivo; las bases habían empezado ya a movilizarse por sí solas en todo el país. No sólo se habían producido paros y manifestaciones espontáneas, sino que, muchos sindicatos -en el Gran Buenos Aires, en Rosario, en Tucumán-, habían declarado, por su cuenta, la huelga general. Un grupo de dirigentes autónomos, con Cipriano Reyes a la cabeza, realizaba una intensa agitación en los lugares de trabajo y presionaba incesantemente a la conducción cegetista (11). 
De esta manera, el Comité Confederal de la C.G.T. el día 16 declaró la huelga general, luego de un arduo debate; esta moción votada en una casi paridad de fuerzas (21 votos a 19), debía efectivizarse a partir del día 18. Nuevamente la conducción cegetista había sido superada por los acontecimientos, ya que la movilización se volcó a las calles e impuso, de hecho, la huelga general, sin esperar la fecha fijada por la C.G.T.

En el frente político que llevaría a Perón a la presidencia, ocuparía un importante papel el movimiento sindical, a través del Partido Laborista. En él habían convergido hombres de antecedentes e ideologías diversas: dirigentes socialistas como Borlenghi, o de la corriente sindicalista como Gay, quien asumiría la dirigencia del partido y sería también secretario general de la C.G.T. Estaban también presentes hombres de trayectorias más recientes e ideologías más difusas, como Cipriano Reyes. 

En mayo de 1946, Perón ordenó la disolución de los partidos que lo habían apoyado y su confluencia en el Partido Único de la Revolución Nacional y bajo los argumentos de divisiones y enfrentamientos internos que debilitaban la coalición. Este hecho, provocó la reticencia de los dirigentes laboristas, pero, pronto advirtió la mayoría que la resistencia sería inútil, sólo Cipriano Reyes, junto con algunos allegados, intentó, sin éxito hacerlo. 

Los testimonios sobre la disolución del Partido Laborista, no son coincidentes. Un dirigente de la época, Juan Rodríguez, expresaba:"Durante su primer gobierno, Perón no quería tener mucha oposición dentro de su movimiento, porque, si no, no podía haber avanzado como avanzó. Tenía que tener alguna libertad y la consiguió así. No quería tener un partido político que lo tuviera dominado, no quería diputados o senadores que presentaran proyectos por su cuenta y crearan conflictos económicos o internacionales. Eran tantas las cosas que había que hacer que Perón no podía tener oposición. Ya suficiente la oposición externa y no quería tener la interna". 

Por su parte, Gay veía el hecho de la siguiente manera:"Perón disuelve el Partido sin ningún derecha, simplemente para favorecer una maniobra que él ya está elaborando in mente en colaboración con los radicales renovadores y para evitar el contralor, el contralor así como suena -que hubiera ejercido el PL a través de sus diputados y senadores. Se da cuenta que el partido no secunda totalmente sus propósitos, él se da cuenta que el partido es difícil de manejar. Por otra parte, en la C.G.T. el sentido de independencia se manifiesta de distintas formas, es decir, estamos dispuestos todos a secundar al gobierno, nadie pensó en retirarle el apoyo a Perón siendo Presidente, al contrario, pensábamos apoyarlo, pero no incondicionalmente. Es decir, nosotros sosteníamos la necesidad de la independencia del movimiento obrero para decidir sus propias acciones". 

En enero de 1948, la justicia quitaba la personería al Partido Laborista. Gay había renunciado a la presidencia, antes de que el Comité Directivo aceptara la disolución, para no convalidar la medida. En septiembre, 15 dirigentes laboristas, entre ellos Cipriano Reyes, eran detenidos, acusados de planear un atentado contra Perón, permaneciendo en la cárcel desde entonces hasta la caída del gobierno. 

El movimiento sindical, consolidado ya en una central única, aumentó, a partir de 1947, sus tareas organizativas. Se recorrieron los principales centros del interior, realizándose congresos locales, que fueron solidificando la central, por medio de las delegaciones regionales. La C.G.T. participó, asimismo, en la creación de federaciones obreras, amalgamando sindicatos autónomos y dándole la correspondiente jurisdicción nacional. 

A partir de 1949, la ligazón política que unía a la C.G.T. con el gobierno, se hizo cada vez más estrecha, pasando a formar parte, como rama sindical, del ya constituido Partido Peronista. Esta vinculación la llevó, en algunos casos, a encontrarse frente a disyuntivas, debiendo optar entre su adhesión al gobierno, del cual constituía unos de los pilares de sustentación, y los reclamos de sus gremios adheridos. En este sentido, es importante referirse a algunos de los movimientos sindicales de protesta, que colocaron a la C.G.T. en una coyuntura difícil. Estos movimientos se tradujeron en una serie de huelgas, iniciadas por sindicatos muy importantes, como ser obreros de la carne, municipales, bancarios, industria del azúcar, gráficos, marítimos y ferroviarios, motivados en reclamos salariales y/o incumplimiento de convenios colectivos. En el período 1949/1951, las huelgas bancarias y ferroviarias, fueron realizadas por comisiones internas que escaparon al control de las autoridades gremiales, que se vieron impotentes frente a tales manifestaciones. En el caso de la huelga general que protagonizaron los trabajadores gráficos, en marzo de 1949, las autoridades sindicales fueron suspendidas por la presión interna, y la C.G.T. envió un interventor al gremio. La huelga general marítima de 1950, fue llevada a cabo por gremio que no había entrado en la C.G.T.: la Confederación General de Gremios Marítimos y Afines (C.G.G.M.A.); como consecuencia de la misma, la C.G.T. intervino a los principales sindicatos marítimos que formaban la C.G.G.M.A. y organizó una nueva entidad sindical: la Asociación Marítima Argentina que tuvo el reconocimiento del Ministerio de Trabajo. 

En estos hechos, de todas formas, lo que importa señalar es que, más allá del accionar de la C.G.T., lo que estaba de manifiesto era la vigencia de la movilización de los trabajadores en pos de sus derechos, permitiendo discutir algunas afirmaciones respecto del período, en el sentido de suponer una suerte de inercia e inmovilismo por parte del movimiento obrero, que pasaría a considerar como algo natural que las conquistas sociales fueran otorgadas, dadivosamente, desde el Estado. 

En el campo de la legislación del trabajo, a las medidas ya señaladas desarrolladas durante la permanencia de Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión, cabe agregar el Decreto-Ley 1.740, del año 1945, que estableció el derecho de todo trabajador a gozar de un período mínimo y continuado de vacaciones pagas, el Decreto-Ley 33.302, del mismo año, que impuso el sueldo anual complementario y creaba el Instituto Nacional de Remuneraciones, que intentaba desarrollar una política de equiparación de salarios al costo de vida e, incluso, llegaba a establecer la participación de los trabajadores en las ganancias de la empresa, incluso cuando ello no llegó a implementarse. 

En febrero de 1947, al cumplirse el primer aniversario de la victoria electoral, Perón entregó al Secretario General de la C.G.T., Aurelio Hernández, el original de la Declaración de los Derechos del Trabajador, incorporados luego a la Constitución Nacional , sancionada en marzo de 1949. La declaración comprendía los siguientes aspectos: 

  1. Derecho a trabajar. 
  2. Derecho a una retribución justa. 
  3. Derecho a la capacitación. 
  4. Derecho a condiciones dignas de trabajo. 
  5. Derecho a la preservación de la salud. 
  6. Derecho al bienestar. 
  7. Derecho a la seguridad social. 
  8. Derecho a la protección de su familia. 
  9. Derecho al mejoramiento económico. 
  10. Derecho a la defensa de los intereses profesionales.

La C.G.T., en su Congreso Extraordinario de 1950, incorporó a sus Estatutos esta Declaración, mientras que los sindicatos y federaciones basaron en ella las disposiciones de sus Convenciones Colectivas de Trabajo. 
En el terreno de la capacitación profesional se creó la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional, encargada de velar por el sistema de trabajo de los aprendices en las fábricas y las llamadas escuelas de medio turno; este régimen se completó después de una nueva ley dictada en el año 1948, que implantó el Segundo Ciclo de Aprendizaje (curso de perfeccionamiento técnico, a obreros provenientes del ciclo de aprendizaje y capacitación), con miras a instituir la Universidad Obrera Nacional que se creaba por medio de la misma ley. 

El desarrollo de la negociación colectiva, la que tuvo amplia expansión en este período, contó con la ley 14.250, del año 1953, que reguló la negociación de los contratos colectivos de los trabajadores de la actividad, pública o privada que no estuvieran comprendidos por estatutos especiales o sometidos al régimen establecido para la administración pública, estipulándose la constitución de comisiones paritarias con representantes de trabajadores y empleadores de la actividad. Con esta ley, el contrato colectivo tuvo su consagración definitiva y sus consecuencias incidieron, poderosamente, en la concreción de una práctica fundamental en las relaciones obrero-patronales. 

La centralización operada en el movimiento sindical, permitió que la C.G.T. tuviera importancia fundamental en la solución de conflictos, discusiones de convenios colectivos y desarrollo de actividades sociales y culturales. Se desarrolló una intensa actividad en el campo de la capacitación sindical, expandiéndose las escuelas sindicales de la C.G.T. por el interior del país. La consolidación de una importante infraestructura en materia de obra social para sus afiliados, permitía, en la temporada veraniega 1953/1954, el funcionamiento de 22 colonias de vacaciones, atendiendo a un total de 310.000 personas; funcionaban, asimismo, 8 policlínicas y 226 consultorios de clínica general, con un total de 1.667.000 trabajadores y familiares atendidos (12). 

En el ámbito internacional, la tarea desplegada por la C.G.T. se concretó en la creación de la Agrupación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas (ATLAS), en noviembre de 1952. Esta central contó con el apoyo de sectores gremiales latinoamericanos y tenía su basamento en la Tercera Posición , doctrina que Perón postulaba en el plano internacional y que propiciaba una equidistancia de los centros hegemónicos de poder, tanto de Oriente como de Occidente. La acción de ATLAS, que se presentaba como una fuerte competidora de la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT), central impulsada por EE. UU. para controlar el movimiento latinoamericano de trabajadores, fue breve. El golpe militar de 1955, alcanzó la sede, los bienes y la biblioteca especializada de ATLAS; se eliminaba así a los que desde el escenario sindical continental, hubieran podido desarrollar una propuesta de unión latinoamericana. 

La etapa que hemos reseñado, de vital importancia para el sindicalismo argentino, culminaría en 1955. En esta ocasión, como contrapartida de la centralización y verticalización que se había operado en la conducción cegetista, ésta se mostró sin elasticidad suficiente para superar una crisis de tamaña envergadura. Las conducciones que se habían ido sucediendo, luego del desplazamiento de Gay, marcaron una progresiva integración en el aparato estatal y una creciente desmovilización, que le restaría efectividad para enfrentar situaciones críticas. El movimiento obrero, sin embargo, resurgiría, lenta y trabajosamente, después de 1955, "a pesar de las persecuciones y de la represión, a través de las alternativas de una larga proscripción; los hechos demostrarían que el vínculo establecido entre el movimiento obrero y el peronismo, era un vínculo perdurable" (13).